"Las bodas de Caná" de Bartolomé Estéban Murillo (1670-75)
Que no se me asuste nadie que no me ha poseído el espíritu de Manolo Paz, antiguo Hermano Mayor de la Bofetá, de mandar e-mails con este título a las tantainas de la madruga. Pero, acordándome del Evangelio leído el pasado domingo en la Función Principal de Instituto de la Hermandad de la Macarena, me he acordado de cierta anécdota protagonizada por mi padre con relación a ese pasaje evangélico.
Ya saben que el referido pasaje evangélico habla de las Bodas de Caná y como la Virgen convence a Cristo para que proporcione a los novios más vino, para lo cual Cristo transformará en el zumo de la uva fermentada unas tinas de agua, resultando ser dicho elemento, de mejor calidad que el anterior, por lo que el novio recibiría la felicitación del capataz por ello.
Pues bien, conoció mi padre a un carajote playero, oriundo de Badajoz, con poca o nula educación, que se jactaba de que en su casa mandaba él. Mi padre siempre lo miraba con ojos, entre guasones y misericordiosos, pensando para sus adentros: "¡te quié y yá!".
Como aquel necio seguía en su bravuconada, tal como si fuese una astracanada de Muñoz Seca, mi padre le lanzó un día un rentoy: "Si es verdad lo que dices, mañana vamos todos los amigos a merendar a tu casa", a lo que el insurrecto accedió diciendo que por supuesto, que por Júpiter y por Tutatis, él era el que mandaba en su casa.
Llegado el día de autos, mi padre le recordó su apuesta: "¿Bueno, qué? ¿Hay merendola esta tarde en tu casa, no?". Aquel pavo tornó súbitamente blanco, mientras con palabras balbuceantes que apenas adivinaba a articular, negaba la mayor aduciendo a que su mujer le había puesto algunos inconvenientes.
Y entonces, -y ahora es cuando viene la miga de esta historia-, le espetó mi padre: "Mira hijo, estaba el Señor en las bodas de Caná, cuando se acercó la Virgen y le dijo: ¡Niño, no hay vino!, a lo que el Señor le respondió: ¡mujer, aún no ha llegado mi hora!.... ¿Y al final que se bebió en la boda?, ¿vino, no?. Pues con esto lo que quiero decirte es que si la propia Virgen consiguió que el hijo de sus entrañas convirtiese el agua en vino, siendo Él quien era, ni tú, ni yo, ni ninguno de los presentes, mandamos en nuestras casas, que se hace lo que las mujeres digan", con el consiguiente risoteo, cachondeo y palmadas varias del resto de la concurrencia ante tal ocurrencia.
Esta es la anécdota que quería contarles emanada del Evangelio del domingo pasado. Espero que la disfruten con salud y buen humor.
jajajajaja si es que de esos hay muuuuuuuuuuuuuuchos jajajajaja, buena entrada Rafa
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