jueves, 3 de diciembre de 2009

EL MONUMENTO A LA INMACULADA

La Plaza del Triunfo en 1925


Este bello monumento, que está escoltado por las fachadas de la Catedral y los Reales Alcázares, preside la Plaza del Triunfo de Sevilla, la cual no debe su nombre al mismo, sino al Triunfo erigido frente a la fachada del Archivo de Indias, entonces edificio de la Lonja, en agradecimiento a la Virgen María por haber mediado en la salvación de la ciudad tras el Terremoto de Lisboa, acaecido en 1755.

Sevilla fue la primera ciudad en defender la piadosa convicción religiosa de la concepción inmaculada de la Virgen María. Ya, en 1615, la Hermandad del Silencio fue la primera que realizar un voto de sangre en defensa de este Dogma, mientras que durante el XVII se celebraba la fiesta de manera espontánea y popular. Sevilla fue también la que aportó el color azul celeste como el identificativo con el culto a la Inmaculada y será la creadora de la insignia concepcionista por excelencia, el simpecado. Hasta 1854 no se reconoció como dogma de fe, pero la ciudad tuvo que esperar hasta 1917 para tener este monumento a la Virgen y a la principal devoción de la ciudad.

El monumento se proyecta con ocasión de las amplias y variadas reformas que la ciudad sufre en los años previos a la Exposición Iberoamericana de 1929. Así, junto con la reurbanización del barrio de Santa Cruz, se acometerá también la remodelación de la plaza que nos ocupa.

La realización de dicho proyecto urbanístico recayó en Juan Talavera y Heredia, a la sazón, arquitecto municipal, quien en 1917 elaboró el proyecto que contemplaba la colocación del monumento a la Inmaculada Concepción. Como curiosidad citaremos que el mismo contó con la oposición de la Real Academia de Bellas Artes, siendo inaugurado el 8 de diciembre de 1918. La parte arquitectónica del monumento fue asumida por José Espiau Muñoz, siendo ejecutadas las esculturas por Lorenzo Coullaut Valera, autor entra otras, de la famosa Fuente del León, en los Jardines de Murillo.

Situado en la zona este de la plaza, sobre un octógono de granito, se levanta un amplio pedestal, rodeado por las figuras de los cuatro personajes del siglo XVII que se destacaron por su afán en la defensa de la Purísima Concepción: el teólogo jesuita Juan de Pineda, conocido por sus famosas pláticas, predicaciones y escritos en defensa de este dogma; el poeta Miguel del Cid, autor de las famosas coplas todo el mundo por igual/ diga a voces, reina escogida/ que vos sois concebida/ sin pecado original, así como el pintor Bartolomé Estéban Murillo y el escultor Juan Martínez Montañés por haber creado la tipología física para la representación de la Inmaculada.

Sobre el pedestal, sobre cuatro pilares de orden jónico, se remata todo el conjunto con una imagen de la Inmaculada Concepción, la cual está basada en la que Murillo pintase para el cercano Hospital de Venerables Sacerdotes de Sevilla y que hoy se exhibe en el Museo del Prado.

Este monumento tiene especial significación, simbolismo y relevancia para todos los que, de algún modo, estamos vinculados a la Tuna, dado que hasta esta céntrica plaza nos desplazamos en la madrugada del 7 al 8 de diciembre para rendir pleitesía a la Virgen con nuestro cánticos.

Fue la Tuna de Peritos Industriales la iniciadora de este bella tradición un lejano 8 de diciembre de 1952, razón por la cual el Cardenal Segura les concedió el privilegio de lucir un fajín blanco en su indumentaria.

En la actualidad el Consejo de Tunas es el encargado de regular este acto, siendo cada año asumida su organización por una de las 14 tunas que lo conforman.

Estoy, por tanto, deseando que llegue ya esa mágica madruga, tan mágica como la de un Viernes Santo, para poder volver a rondarle con mis cantos a María Inmaculada.

(Foto by Fototeca de la Universidad de Sevilla)

1 comentario:

  1. Es un bellísimo acto que recomiendo a todo el mundo que tenga afinida con la tuna, pero sobre todo si sienten como yo amor por María.

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