No, no me refiero al éxito cosechado por el diestro Juan José Padilla en Olivenza (Extremadura), sino a la lección magistral, en forma de pregón, pronunciada ayer por mi amigo Francisco Javier Padilla Bermúdez de Castro en la Iglesia de Santa Marina.
Dicen los entendidos en la materia que un pregón de la Semana Santa debe ser un "aldabonazo" a nuestras conciencias, un golpe seco de llamador que nos ponga en aviso de lo que está por llegar, lo mismo que un cartel "debe ser un grito en la pared", tal como afirmaba José Renau. El "aldabonazo" del amigo Padilla fue diametralmente opuesto a cuantos cultivadores del verso, la rima fácil y el ripio destrozan el significado de un pregón desde atriles huecos ajenos a los parámetros de la Fe.
Eso fue el pregón de Javier, un auténtico "aldabonazo", recorriendo la Pasión de Cristo a través de las diversas devociones personales y familiares y culminando con la Resurrección de Cristo. Si todo cristiano está seguro de la Resurrección, ¿cómo podemos entonces los cofrades darle la espalda a la Hermandad de la Resurrección? ¿De qué servirían los tormentos de la Pasión si no existiese la certeza absoluta de la Esperanza de la Resurrección? En varios párrafos de su pregón hizo especial alusión a ello, contando pormenorizadamente de donde viene su vinculación por la Hermandad de la Resurrección y su devoción al Señor de la Resurrección y a la Virgen de la Aurora.
Muy emotivas resultaron las constantes referencias a su madre, sirviéndole la Virgen del Amor como perfecto hilo conductor, así como a su abuelo, D. Julio Padilla, presente en el acto. Habló de su querida hermandad de la Exaltación, para la que reclamó una Santa Catalina recuperada al culto, tras ocho años de cierre, o de su devoción por el Señor de la Cena y la Virgen del Subterráneo, unida al profunda amor que siente por su querida M. ª Ángeles, para poner el punto y final en San Lorenzo.
¡....Y de San Lorenzo...al cielo!, porque allí moran el Señor del Gran Poder y la Hermandad por la que siente, respira y padece, su querida Hermandad de la Bofetá, por sus tres titulares, Jesús ante Anás, el Cristo del Mayor Dolor y la Virgen del Dulce Nombre, desgranando los entresijos de su devoción bofetera, desde la Cruz de Guía a la cola del manto.
Uno entraba en Santa Marina, henchido en la confianza certera de la faena del amigo Padilla y salía destrozado, tras la paliza de sentimientos recibida. Lágrimas, escalofríos, vellos de punta, abrazos en el alma, fueron las sensaciones que fui sintiendo en los diferentes pasajes de su espléndido pregón. Tanto que si alguna vez tuve dudas, me quedaron despejadas con las Sagradas Escrituras según Padilla, que más de un tibio sacerdote debiera releer y aprender.
Cuando el vacío invade tu corazón, cuando los ¿por qué? parecen no tener respuesta, encontraba el consuelo en dos palabras: la Fe y el Amor en Cristo.
Padilla salía ayer a hombros en Olivenza, hoy saco yo a hombros espirituales a mi amigo Francisco Javier. Uno se ha repuesto de una horrible cornada que lo ha marcado para los restos, el otro se recupera de la peor de la cornás que le pudo dar la vida. Ambos con valor, ambos con entereza y ambos afrontando la vida... con una sonrisa. ¡Algo tendrá este apellido con tantas casta torera!
Gracias amigo por este Pregón.
PD: Toda esta parrafada resulta absurda para quienes no tuvieron la suerte de escucharlo de su boca. Ni se acerca, ni pretenderlo quisiera, a lo desgranado ayer por el verbo ágil de mi hermano en la Bofetá. Pero callarlo, habría sido de necios.....
(Foto by Arte Sacro)
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