Impresionante fotomontaje del bello rostro de la Virgen de los Dolores del Cerro y una escena de la película de "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson
Dicen que el cofrade, a lo largo de su existencia, a la par que va acumulando vivencias, sensaciones y emociones, va también acumulando devociones. Y creo que esta Sentencia no está tan lejos de la realidad. A las devociones inculcadas y heredadas de mis mayores, Gran Poder, Macarena, Dulce Nombre y Virgen de los Reyes, están las que uno va abrazando a lo largo de su vida, por convencimiento, Señor de la Sentencia, Jesús ante Anás y Tosantos, o porque van apareciendo en tu vida, con la inocencia virginal de una infancia cada día más lejana, como la Virgen de la Paz o Cautivo del Tiro, o por lazos sentimentales que te unen a ella, como me ocurre con la Hermandad del Santo Entierro.
Y también uno aprende a querer a otras advocaciones a través de los ojos de los amigos, de los más cercanos, que te hacen redescubrir esta o aquella imagen que, tal vez por ignorancia, hasta entonces no habías reparado en ella. Me pasó en su momento con el Señor del Prendimiento y, sobre todo, con la Virgen del Rosario de Linares, ampliándose luego a otras como Patrocinio en el Cachorro, Sol en el Plantinar, Regla en los Panaderos, Tres Caídas en la Costanilla o Dolores del Cerro.
Dolores del Cerro... Reconozco que desde que conocí esta imagen me impactó por su belleza, hasta el extremo de que la tengo por la mejor obra de Sebastián Santos de cuantas Dolorosas labrase para Sevilla. Mi primer recuerdo de Ella es su fotografía en un fascículo cofrade de la Caja San Fernando, de los que editaba antaño. Quizás por desconocida, captó mi atención, pues para las distancias de mi niñez, el Cerro del Águila estaba muy lejos de los barrios por los que yo solía moverme.
Y circunstancias de la vida me hicieron que algunos cercanos a mí tuviesen estrecha relación con esta bella Dolorosa, su Hermandad y su barrio. Así, mi tío Fernando Vega acompañó a la corporación en su primera estación de penitencia en 1989, portando la vara dorada de Hermano Mayor de la Cena, cargo que en aquellos tiempos desempeñaba, al ser ésta la madrina de aquella. Recuerdo que un año antes, en un ya lejano 1988, captaban mi atención por la Encarnación, cuando presenciaba el discurrir de la Hermandad de la Cena, unos nazarenos de blancas túnicas y aterciopelados antifaces burdeos, con escudo de un corazón atravesado por siete puñales, que hasta entonces no había visto. En mi inocencia, me acerqué a preguntar que quienes eran, a qué cofradía pertenecían. Recuerdo aquel nazareno orgulloso que en la presidencia del palio del Subterráneo me decía pertenecer a la nueva Hermandad del Cerro del Águila, entregándome sendas estampas, las primeras, del Cristo del Desamparo y Abandono y la Virgen de los Dolores, la que había captado mi atención y mi curiosidad en aquella revista cofrade.
Después he visto crecer poco a poco a esta Hermandad, que le da culto a un Crucificado que partió del mismo corazón del barrio de la Macarena, crear un original paso de misterio y un espléndido palio, coronar a su Virgen, construirle una nueva casa y convertirse en una hermandad clásica, viniendo desde un barrio humilde, obrero y trabajador, de gente sencilla y acogedora. Y como Dios escribe siempre sobre renglones torcidos, durante tres meses estuve trabajando por el Cerro, acercándome a saludarla por la Parroquia, cuando la ocasión lo permitía.
Este año una gran amiga, de las que siempre están ahí, de las que te manda un privado solo para preguntar que tal va todo o como ha ido el finde, de las que cuando descuelga el teléfono te saluda con un efusivo "hermanitooooooo", la que me dice "Rafaeeeeeeeeeeé", cuando suelto algún puyazo, volverá a abrazar esa túnica blanca que conocí en mi infancia, a cubrir su rostro con el terciopelo burdeos, y cogerá su cirio para acompañar a la Dolores, que buena falta le hacía. Más de cinco años sin vestir su querida túnica, desde que la que ella más quería, se fuese al cielo para conventirse en la estrella que más brilla de la corona de la Virgen de los Dolores.
Por eso este año, cuando el sol ilumine, -así lo deseo-, el bello rostro de la Virgen de los Dolores, mi sentimientos irán con Ella y mis pensamientos con mi amiga que desde el anonimato de un nazareno de cirio del octavo tramo de Virgen volverá a reencontrarse con sus sentimientos y rezar a su madre del Cerro por la que está en el cielo junto a Ella.
-Feliz día a todas la Dolores y Lolas que han tenido la buena costumbre de seguir conmemorando su onomástica en este día-
(Foto by Tania Martagón)
Y también uno aprende a querer a otras advocaciones a través de los ojos de los amigos, de los más cercanos, que te hacen redescubrir esta o aquella imagen que, tal vez por ignorancia, hasta entonces no habías reparado en ella. Me pasó en su momento con el Señor del Prendimiento y, sobre todo, con la Virgen del Rosario de Linares, ampliándose luego a otras como Patrocinio en el Cachorro, Sol en el Plantinar, Regla en los Panaderos, Tres Caídas en la Costanilla o Dolores del Cerro.
Dolores del Cerro... Reconozco que desde que conocí esta imagen me impactó por su belleza, hasta el extremo de que la tengo por la mejor obra de Sebastián Santos de cuantas Dolorosas labrase para Sevilla. Mi primer recuerdo de Ella es su fotografía en un fascículo cofrade de la Caja San Fernando, de los que editaba antaño. Quizás por desconocida, captó mi atención, pues para las distancias de mi niñez, el Cerro del Águila estaba muy lejos de los barrios por los que yo solía moverme.
Y circunstancias de la vida me hicieron que algunos cercanos a mí tuviesen estrecha relación con esta bella Dolorosa, su Hermandad y su barrio. Así, mi tío Fernando Vega acompañó a la corporación en su primera estación de penitencia en 1989, portando la vara dorada de Hermano Mayor de la Cena, cargo que en aquellos tiempos desempeñaba, al ser ésta la madrina de aquella. Recuerdo que un año antes, en un ya lejano 1988, captaban mi atención por la Encarnación, cuando presenciaba el discurrir de la Hermandad de la Cena, unos nazarenos de blancas túnicas y aterciopelados antifaces burdeos, con escudo de un corazón atravesado por siete puñales, que hasta entonces no había visto. En mi inocencia, me acerqué a preguntar que quienes eran, a qué cofradía pertenecían. Recuerdo aquel nazareno orgulloso que en la presidencia del palio del Subterráneo me decía pertenecer a la nueva Hermandad del Cerro del Águila, entregándome sendas estampas, las primeras, del Cristo del Desamparo y Abandono y la Virgen de los Dolores, la que había captado mi atención y mi curiosidad en aquella revista cofrade.
Después he visto crecer poco a poco a esta Hermandad, que le da culto a un Crucificado que partió del mismo corazón del barrio de la Macarena, crear un original paso de misterio y un espléndido palio, coronar a su Virgen, construirle una nueva casa y convertirse en una hermandad clásica, viniendo desde un barrio humilde, obrero y trabajador, de gente sencilla y acogedora. Y como Dios escribe siempre sobre renglones torcidos, durante tres meses estuve trabajando por el Cerro, acercándome a saludarla por la Parroquia, cuando la ocasión lo permitía.
Este año una gran amiga, de las que siempre están ahí, de las que te manda un privado solo para preguntar que tal va todo o como ha ido el finde, de las que cuando descuelga el teléfono te saluda con un efusivo "hermanitooooooo", la que me dice "Rafaeeeeeeeeeeé", cuando suelto algún puyazo, volverá a abrazar esa túnica blanca que conocí en mi infancia, a cubrir su rostro con el terciopelo burdeos, y cogerá su cirio para acompañar a la Dolores, que buena falta le hacía. Más de cinco años sin vestir su querida túnica, desde que la que ella más quería, se fuese al cielo para conventirse en la estrella que más brilla de la corona de la Virgen de los Dolores.
Por eso este año, cuando el sol ilumine, -así lo deseo-, el bello rostro de la Virgen de los Dolores, mi sentimientos irán con Ella y mis pensamientos con mi amiga que desde el anonimato de un nazareno de cirio del octavo tramo de Virgen volverá a reencontrarse con sus sentimientos y rezar a su madre del Cerro por la que está en el cielo junto a Ella.
-Feliz día a todas la Dolores y Lolas que han tenido la buena costumbre de seguir conmemorando su onomástica en este día-
(Foto by Tania Martagón)
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