«Y las yemas de huevo hilado, obra de anónimas abejas de toca y monjil, aparecían en blanca cajilla desde la misteriosa penumbra conventual para regalo del paladar profano... El exquisito alimento nada tenía de terreno, y al morderlo parecía como si mordiéramos los labios de un ángel».
(Luis Cernuda, de su libro "Ocnos", en el capítulo intitulado "Un compás")
-A mi buen amigo Alfonso González Palau, que pese a su patria linarense, es fiel devoto de las yemas de San Leandro que estas monjas agustinas elaboran de manera artesanal como bendito ofrecimiento a Dios-
(Foto by Andalucíaenruta y Pepe Luis Trujillo; texto tomado del recuadro de Antonio Burgos, publicado hoy en ABC de Sevilla)
En la tarde de aguaceros, que empapan la tierra llenándola de vida, cruzamos las calles buscando ese escondido compás en el aguarda la voz femenina de la hermana tornera...
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Yo sé, Señor, que Tú, siempre
ResponderEliminarescuchas mi voz, mis lágrimas,
mi sentir y mi mis pequeñas cosas.
Tú Sabes, Señor, que yo te amo.
No es una amenaza ni un chantaje:
¡Qué dolor de vida, si amar parece
como amenaza chantaje o dolor!
Al llegar al torno de tu convento,
clama el grito final de San Agustín:
"Si las puertas están abiertas,
el corazón todavía más".