viernes, 17 de septiembre de 2010

LA ESPERANZA EN SU HOSPITAL


Sostiene el cura Javierre que para ser cristiano hay que estar loco. Y tiene razón. Ahora más que nunca. Ahora, cuando nos sigue hablando desde la otra orilla a través de lo escrito. Si para ser cristiano hay que tener un punto de locura, para ser macareno hay que estar rematado. Macandé total. Completamente pirado. Que se lo digan a esos armaos que vuelven al Panteón de Roma cada tardes de Jueves Santo para rendir corazas y corazones ante el Nazareno al que condenó Pilato, el primer capitán de la Centuria. Que se lo recuerden a los cirios morados del Sentencia y a los cirios verdes que viven la Madrugada en el paraíso de la bulla. Locos de atar, como el Hijo al que le amarraron las manos para que no repitiera esa talla que no es madera, sino la Esperanza Nuestra.

Hay que estar muy mal de la cabeza, o «prebilicá der sentío», para irse a un estadio que ni es olímpico ni es ná. Y a las tres de la mañana. Con lo bien que se está en el sobre a esas horas. Pero los macarenos somos así. ¿Pasa algo? Macarenos de nación, de adopción, de devoción, de emoción, de salvación… Macarenos de atrio y de barriada, de medalla y de estampa que amarillea en la cartera, macarenos que han heredado esa locura de alguien que los llevó de la mano para enfrentarse con el único misterio que merece la pena, la alegría y la esperanza.

Macarenos de bata verde y bisturí, de fonendo y camilla, de jeringuilla que sirve para poner eso que aquí se conoce como «indiciones» porque son el indicio que nos marca la mejoría que nos espera. Macarenos que luchan contra la muerte propia y a la ajena en ese hospital que hoy visitará La que le da su nombre. La que siempre está donde más falta hace. Si Dios está en todas partes, la Macarena está en «tó». Macarenos como ese abuelo que llevará a una niña recién nacida para presentársela y para recordarle que es la hermana de esa otra niña que nació hace justo un año y que vivió un suspiro de nada, apenas el tiempo necesario para cruzar el Arco. Sí, la vida hecha locura y hecha esperanza. ¿Pasa algo? Pasa la Macarena, ¿le parece poco?

Que nadie le busque los tres pies al gato ni los cinco zancos al paso. Esto es una locura en el más puro sentido del término. Estamos majaras y no tenemos remedio. Ni pretendemos encontrarlo. Pasamos olímpicamente —de ahí el recorrido hasta el estadio— de Heidegger. Sabemos que no nos hicieron para la muerte aunque llevemos dentro esa Canina que Antonio Burgos anotó en el recado de escribir que lleva en el bolsillo de la chaqueta prendido con un clip de plata a una foto de la Esperanza: así escribe cualquiera, maestro. No estamos hechos para la muerte. No nos parieron para eso. Lo dijo Antonio Machado: «Porque en amor, locura es lo sensato». Por eso estamos locos perdidos los que somos hijos de la Esperanza.

(Texto by Francisco Robles en ABC de Sevilla)

1 comentario:

  1. Ea Jaime, para que veas que no hace falta ser de Sevilla para sentirse macareno. ¡Qué cosa más grande!

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