lunes, 5 de julio de 2010

DEVOCIONES OLVIDADAS: EL CRISTO DE SAN AGUSTÍN

Última salida procesional del Cristo de San Agustín, en 1926. La foto está tomada en la Plaza del Pan, actual Plaza de Jesús de la Pasión

Pintura anónima del s. XVIII que plasma la procesión extraordinaria protagonizada por el Cristo de San Agustín en 1737

Grabado antiguo que recoge como era la primitiva imagen de dicho Crucificado

Actual imagen del Cristo de San Agustín, obra de Agustín Sánchez Cid, realizada en 1936 y basada en la anterior

Fue el gran referente devocional de la Sevilla antigua, quizás tan importante o más que la devoción que hoy concitan el Señor del Gran Poder o la Virgen de la Esperanza. Y a esta imagen se encomendaba Sevilla cada vez que la situación se torcía, ya fuese por lluvias o su carestía, por epidemias de peste, de peste bubónica o de cólera morbo, e incluso para pedir por España en el desarrollo de sus frecuentes enfrentamientos militares, o simplemente para darle las gracias por el nacimiento de un nuevo monarca.

Las primeras noticias de esta imagen de Cristo Crucificado las tenemos gracias a los anales de Ortíz de Zúñiga y Alonso Morgado. Ortiz de Zúñiga nos informa que esta imagen estaba ubicada en el Convento de San Agustín, un gran complejo monacal situado extramuros de la muralla de Sevilla, en la zona de la Puerta de Carmona. Este dato es importante, porque los sevillanos acudían en masa a rezarle a una imagen que no estaba en el centro de la ciudad (entendamos el tamaño que entonces tenía Sevilla).

La imagen en cuestión, advocada como Santo Cristo de San Agustín, era un Crucificado gótico, con amplio sudario tallado que le cubría las piernas casi por completo, pelo natural, corona de espinas metálica y nimbo, en vez de la consabidas potencias. De igual modo el sudario era cubierto por un faldellín de tela, pues dicha imagen era una recreación del conocido Cristo de San Agustín del convento agustino de Burgos, venerado en la actualidad en la Catedral de dicha ciudad castellana. Según la tradición local, recogida por José Bermejo y Carballo en su conocido libro de "Glorias Religiosas de Sevilla", esta imagen de Cristo habría sido descubierta por un hombre virtuoso hacia 1314 en un sótano o cueva cercana al convento, presentando desclavado el brazo izquierdo y caído sobre la llaga del costado, entendiéndose esta visión como un hecho milagroso.

Por su parte, Alonso Morgado refiere que esta imagen habría sido traída, hacia 1434, de las Indias y que los religiosos agustinos quisieron entronizarla en su convento, pero que al pretenderlo así mismo el Cabildo Catedral, hubo de intervenir para mediar el tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, decidiendo que la imagen fuese depositada sobre una litera, tirada por dos caballos, a disposición del cielo, escogiendo los caballos el camino hacia el convento agustino. Esta afirmación se cae por su propio peso pues América no fue descubierta hasta 1492.

El historiador Hazañas y la Rúa, conoció de primera mano esta imagen e hizo la siguiente descripción sobre la misma: "una escultura en madera, al parecer de cedro, de tamaño natural, midiendo un metro sesenta y cinco centímetros de altura, con una cavidad torácica máxima de treinta y un centímetros. La cabeza es expresiva, aparece inclinada a la derecha y aunque tiene cabellera tallada en la madera primitiva, lleva superpuestas dos más, una de pasta y otra de cabello natural. Está coronada de espinas, pero esta corona no forma parte de la escultura, es sobrepuesta, e ignoramos si la ha llevado siempre. La imagen representa a Jesús muerto, y presenta en el costado la lanzada, como es costumbre en los crucifijos españoles".

José Gestoso se refiere a esta imagen como "una de las más curiosas e interesantes esculturas que quedan en esta ciudad al estilo románico del siglo XIV", y la describe diciendo que "mide de alto 1 m 65 centímetros desde las puntas de los pies a la cabeza; y el pecho por su parte superior, 0,30. Los brazos son muy desiguales de largo, pues el izquierdo tiene 0,80 y el derecho 0,70. Casi todos los dedos de las manos y los pies son modernos. La cabeza, que es muy expresiva; carece de modelado, muy incorrecto el torso, las costillas marcadas inocentemente. El sudario, que es muy grande, ofrece pliegues simétricos, terminados en boquillas".

Otra descripción es la del sacerdote Serrano, que en 1914 pudo contemplar directamente la talla, y la describe en los siguientes términos: "En general su trazado y representación es en edad viril, ligeramente barbado, de facciones no muy pronunciadas; la faz es verdaderamente cadavérica, marcando en toda ella la rigidez y afilamiento que señalan las huellas de la muerte, siendo éste uno de los detalles que más la distinguen e impresiona cuando se la estudia y contempla; y su anatomía y modelado, asaz imperfectos, con el torso y miembros estirados, están acusando el tipo hierático de la época de su ejecución, duro e inmóvil, a la manera bizantina. Así mismo una de las características señaladas del simulacro es el paño del sudario, plegado y dispuesto en sus amplias ondulaciones con todo el sabor y gusto del más clásico estilo románico, cayéndole en grandes proporciones desde la cintura hasta la mitad de las piernas. El Santo Crucifijo ostenta sobre su cabeza, en la actualidad, nimbo crucífero y aureola metálica circular nimbada en forma de aro, a la manera visigótica, cuyos atributos es de suponer los usara desde su invención, pues de lleno pertenecen a la época de la escultura, y así se nos muestra en los primeros grabados que se conocen de la imagen".

De la gran devoción que le profesó el pueblo sevillano queda constatado por las numerosas procesiones extraordinarias, bien de rogativas, bien de agradecimiento, de las que fue objeto a lo largo de 350 años. Así, en 1525 procesionó por la sequía; en 1566 por el mismo motivo; en 1588 por rogativas por la Guerra con Inglaterra; en 1605 por la esterilidad de los campos; en 1649 por la gran epidemia de peste que asoló a la ciudad, donde surgió el Voto de Acción de Gracias del Ayuntamiento hispalense; en 1655 de nuevo por la guerra contra Inglaterra, siendo su resultado tan eficaz que el propio rey Felipe IV ordenó otro voto de acción de gracias anual, caído en la actualidad en desuso; en 1669 por la sequía; en 1680 por una epidemia; en 1737 por la sequía; en 1800 por otra epidemia; en 1804 por un terremoto; en 1830 por una epidemia; en 1860 por la sequía.

Contó con Hermandad propia, a la que pertenecían los principales de la ciudad de Sevilla, ocupando una lujosa capilla en el mencionado cenobio agustino. Tras la desamortización de Mendizabal la imagen pasaría a la parroquia de San Roque. La última salida procesional de esta imagen se produjo en 1926, siendo destruida una década después en el incendio intencionado del referido templo.

En la actualidad existe una copia del mismo, realizada por el escultor y médico Agustín Sánchez Cid, que vino a paliar el vacío provocado en la devoción de los sevillanos. Desde los años 0chenta es titular de la Hermandad de San Roque, que es la que se ocupa de su culto y exorno, para evitar que esta antigua devoción de Sevilla se pierda para siempre.

(Fotos by Pasionensevilla; información Artesacro, Julio Domínguez Arjona&el galeón y www.cristodesanagustin.com)

2 comentarios:

  1. Muy interesante el artículo Rafa, había oido hablar de él pero no conocia tantos datos, gracias por compartir tu cultura cofrade con nosotros. un abrazo¡¡¡

    ResponderEliminar
  2. Gracias a tí por leerme con tanta pasión. Me gusta que los lectores de este blog puedan conocer otras devociones de Sevilla, que porque no salen en Semana Santa, quizás pasan más desapercibidas.

    Un abrazo

    ResponderEliminar