Las obligaciones laborales, que aunque no muchas, también son necesarias, me han permitido este año recuperar algunas tradiciones antiguas de la Semana Santa de mi infancia.
Así el Lunes Santo por la mañana acudí a visitar algunos templos para comprobar la belleza de los pasos exornados. Museo, Penas de San Vicente, Vera-Cruz, Santa Marta y Beso de Judas fueron las cofradías visitadas, mientras que los pequeños cofrades de cada una de estas Hermandades se afanaban en decorarte las solapas de las chaquetas con los más variados escudos de pegatinas, moñas y lacitos con los colores corporativos, convirtiéndote en ese momento en mariscal de las cofradías por las distinciones alcanzadas.
Desgraciadamente las previsiones menos alagüeñas se cumplieron y el agua apareció para romper de manera significativa el día. El Cautivo de Santa Genoveva se volvía sobre sus pasos, mientras el agua arreciaba, mientras que el Polígono en un esfuerzo sobre humano, pero absurdo, conseguía refugiarse en la Colegial del Divino Salvador, cuando habían tenido a tiro de piedra la Parroquia de San Benito.
Dada la lejanía de la Campana y de la Parroquia de la Magdalena San Gonzalo decidía no salir, misma posición conservadurista adoptada por Santa Marta. Sin embargo sobre las cinco de la tarde se abría un claro, que parecía definitivo, por lo que el resto de las Hermandades del día le echaban valor y decidían salir.
Desde un balcón de la calle Santa María de Gracia esquina con Javier Lasso de la Vega, y gracias a la generosidad de mi amigo Florencio Quintero, pudimos apreciar el discurrir del misterio del Beso de Judas, que entró nuevamente en Campana de manera sobria y elegante. Junto a Paco Reguera pudimos observar que lo acompañaba Guillen, su eterno segundo, recuperado ya de las dolencias médicas que el año pasado le impidieron mandar los pasos. Ante la falta de cofradías la Hermandad del Rocío invirtió cerca de una hora en su paso por el inicio de la Carrera Oficial.
Tras un cafelito, para amenizar la espera, la Campana se teñía de luto para recibir a las Cofradías de la Vera-Cruz y las Penas. La Hermandad más antigua de Sevilla, pese a lo que otras digan, salía este año con un sencillo pero significativo estreno, la recuperación del primitivo escudo corporativo, compuesto por un Cruz arbórea verde y las cinco llagas franciscanas, que a partir de ahora irá decorando las galletas de las varas e insignias, el pecho de la túnica de los nazarenos, así como en el estandarte. Tras el paso del Crucificado volvían a repetirse las representaciones de Hermandades de la Vera-Cruz de la provincia, conocidas cariñosamente como "los Lacasitos".
Y si en Vera-Cruz todo es sabor, en las Penas de San Vicente todo es arte, como lo demuestran sus dos soberbios pasos. El mejor recuerdo que podemos hacer del granadino Rafael Barbero Medina es contemplar los treinta y tantos ángeles que jalonan la canastilla del paso del Cristo de las Penas o la magnífica labor de eboraria en la talla de los marfiles que decoran los faldones del palio. Una pregunta queda en el aire al contemplar ambos pasos de palio, Tristezas y Dolores, Vera-Cruz y Penas de San Vicente......¿hasta cuando saldrán ambas Dolorosas con las velas o marías tan sumamente altas que impiden contemplarlas? Aveces las priostías por querer pecar de místicas rayan en lo absurdo.
El Cristo de las Aguas de Dos de Mayo, que estrenaba el dorado por completo de su canastilla, llevaba como dato anecdótico un nazareno de la ciudad de Caltasineta (Italia) en su presidencia, el cual causó sensación por su extraño hábito, sobre todo por el sombrero hacia atrás, que hizo pensar a más de uno que se trataba de un cofrade mejicano. La Virgen de Guadalupe llegó a la Campana sin el acompañamiento de Salvador Perales, su capataz, el cual tuvo que ser evacuado a un centro médico al sentirse indispuesto en la salida de la Cofradía. Esperemos que no haya sido nada.
Y llegó el Museo, y con el Museo aparecieron de nuevo las gotas de agua y las murmuraciones. Los quejicas ya empezaban a abrir los paraguas, mientras el Señor de la Expiración, extraordinaria obra manierista de Marcos Cabrera, avanzaba por la Campana.
A la llegada de la Virgen de las Aguas, magníficamente exornada con el manto de terciopelo tornasolado que estreno el año pasado y una original decoración floral, a base de moñitas de jazmín, el agua ya empezó a arreciar de manera fuerte.
Las cofradías optaron por aligerar su paso para refugiarse en la Catedral de Sevilla, conviertiéndose en improvisado Museo de Arte Sacro al acoger en su interior los pasos de las Hermandades de las Penas de San Vicente, las Aguas de Dos de Mayo y el Museo, mientras la Vera-Cruz optaba por volver precipitadamente a su Capilla, al encontrarse el palio ya a la altura de la calle Cuna.
Roto definitivamente el día, fuimos al encuentro de la legión de linarenses que este año se quedaron con las ganas de ver el izquierdo por delante que cada Lunes Santo viene desde el Tardón. Con ellos acompañamos a las Hermandades de las Aguas por el Postigo y el Museo por el Andén del Ayuntamiento, antes de retirarnos a casa a descansar ante la inminente estación de penitencia con la Bofetá.
El Cristo de las Aguas de Dos de Mayo, que estrenaba el dorado por completo de su canastilla, llevaba como dato anecdótico un nazareno de la ciudad de Caltasineta (Italia) en su presidencia, el cual causó sensación por su extraño hábito, sobre todo por el sombrero hacia atrás, que hizo pensar a más de uno que se trataba de un cofrade mejicano. La Virgen de Guadalupe llegó a la Campana sin el acompañamiento de Salvador Perales, su capataz, el cual tuvo que ser evacuado a un centro médico al sentirse indispuesto en la salida de la Cofradía. Esperemos que no haya sido nada.
Y llegó el Museo, y con el Museo aparecieron de nuevo las gotas de agua y las murmuraciones. Los quejicas ya empezaban a abrir los paraguas, mientras el Señor de la Expiración, extraordinaria obra manierista de Marcos Cabrera, avanzaba por la Campana.
A la llegada de la Virgen de las Aguas, magníficamente exornada con el manto de terciopelo tornasolado que estreno el año pasado y una original decoración floral, a base de moñitas de jazmín, el agua ya empezó a arreciar de manera fuerte.
Las cofradías optaron por aligerar su paso para refugiarse en la Catedral de Sevilla, conviertiéndose en improvisado Museo de Arte Sacro al acoger en su interior los pasos de las Hermandades de las Penas de San Vicente, las Aguas de Dos de Mayo y el Museo, mientras la Vera-Cruz optaba por volver precipitadamente a su Capilla, al encontrarse el palio ya a la altura de la calle Cuna.
Roto definitivamente el día, fuimos al encuentro de la legión de linarenses que este año se quedaron con las ganas de ver el izquierdo por delante que cada Lunes Santo viene desde el Tardón. Con ellos acompañamos a las Hermandades de las Aguas por el Postigo y el Museo por el Andén del Ayuntamiento, antes de retirarnos a casa a descansar ante la inminente estación de penitencia con la Bofetá.
(Foto by Arte Sacro)
Yo desde luego no me quedé con ganas de ver izquierdos de la butaca mecanica porque sinceramente no me gusta san gonzalo, disfruté de lo que queria ver, vera cruz, el beso, penas y el museo.
ResponderEliminarAdemás pude disfrutar de un lunes santo en compañia de buenos amigos¡¡
A mí tampoco me gusta, me quedo con Redención, pero a mucha gente de tu pueblo es lo que más les atrae de Sevilla y peregrinan cada año por verlo.
ResponderEliminarComo decía el Gallo: ¡¡hay gente pa tó!!