miércoles, 17 de marzo de 2010

EL RESUCITADO DEL PUERTO DE SANTA MARÍA

Detalle de la bella cabeza del Resucitado

Imagen del Resucitado del Puerto de Santa María

En su paso procesional

Saliendo de la parroquia

Jaime Babío trabajando en su taller

Pilar y Jaime, grandes amigos, grandes personas

El que ven en las imágenes es el magnífico Cristo Resucitado del Puerto de Santa María de Sevilla, obra de mi buen amigo Jaime Babío Núñez. La obra que ven no es su ópera prima, pero si que marcó un antes y un después en su carrera como escultor e imaginero.

Conocí a Jaime hacia el año 1992; entonces un grupo de jóvenes entusiastas, entre los que había cofrades de Santa Cruz, las Aguas de Dos de Mayo, la Carretería, la Soledad de San Buenaventura, el Cachorro, el Baratillo, la Macarena, el Gran Poder, la Bofetá, la Esperanza de Triana, la Soledad de San Lorenzo o Jesús Despojado, vinculados en cierta medida entre todos nosotros, al estudiar en el colegio La Escuela Francesa, decidimos refundar la antigua Hermandad del Cristo de la Corona, con sede y capilla propia en la Parroquia del Sagrario de la Catedral.

Entre el núcleo germinal se encontraba Antonio Dubé Jr., el cual consiguió implicar en este proyecto a su padre, el imaginero Antonio Dubé de Luque. Así, en el taller ubicado en la calle Alfarería, Dubé de Luque diseñó la primera peana, -dorada y estofada- y los primeros faroles que fueron realizados por aquel grupo inicial de hermanos en el citado taller.

En aquel tiempo Jaime Babío, cofrade sevillano del Amor, Pasión y los Servitas, hacía pocos meses que había entrado como discípulo de Dubé de Luque. Aunque sevillano de nacimiento, los destinos profesionales de su padre lo habían llevado a residir en la localidad gaditana del Puerto de Santa María, donde se inicia su formación artística en la Escuela Local de Artes y entorno al taller de José Obando, discípulo de Castillo Lastrucci.

El taller de Dubé de Luque, en estas fechas, era un hervidero de jóvenes promesas de la gubia, de las cuales algunas cuajaron y otras lo dejaron. Entre los discípulos más destacados estaban nombres como los de Francisco José de los Reyes Villadiego, Darío Fernández Parra, Jesús Iglesias Montero o el mencionado Jaime Babío. Por aquel entonces, incluso Antonio Dubé Jr., hoy también reputado imaginero, ni siquiera había iniciado los estudios de BB. AA., decantándose en un primer momento por los estudios en Ciencias Químicas.

Como decía, conocí a Jaime cuando se afanaba en lijar cuidadosamente un niño dormido hebreo de una de las mujeres del misterio de la Salutación de Málaga. Fiel a las enseñanzas de su maestro, "esto no es un taller, sino un estudio", les repetía constantemente, el joven Babío no tuvo prisas por hacerse un hueco en la imaginería. En la ocasión propicia para ello modeló una cabeza de una bellísima Dolorosa, -que luego regalaría su madre-, la cual expuso en un escaparate de la calle Sierpes. Por ahí vendría su primer encargo, el San Juan Evangelista de la Hermandad del Despojado de Jaén.

Tras pasar por varios talleres improvisados (una antigua peluquería del barrio de los Remedios, su propia casa, un local compartido a medias con otro compañero, etc.), a finales de la década de los noventa se instaló en un garaje en la confluencia de las calles Bustos Tavera y la Plaza de San Marcos. Es allí donde nuestra relación de amistad se afianzó, por muchos años, hasta la actualidad. En aquel humilde taller fue dando forma a su primera imagen titular, el Cristo Resucitado del Puerto de Santa María, mientras otros encargos, algunos de ellos malditos, hacían ya cola esperando su turno, como el inconcluso misterio para el Despojado de Jaén.

De su inspiración, de muchas horas de trabajo y desvelos, fue surgiendo este Cristo que estaba oculto por la madera, del que solo hubo que ir retirando la madera que sobraba, como tantas veces repetiría en su vida el malogrado Paco Buiza. Así plasmó un Cristo alto, con gran dulzura y belleza, con un leve contraposto para dotarlo de movilidad, con un brazo contraido para portar una Cruz arbórea, que finalmente no se puso, y con la mano contraria extendida en actitud de acercarse al fiel. El proyecto original del misterio, que contemplaba así mismo la inclusión de dos soldados romanos y un ángel, jamás fue completado por la Hermandad.

Queda para el recuerdo las vivencias tenidas en torno a la ejecución de esta imagen, del que yo puedo afirmar que buena parte del mismo fue tallado directamente en la madera, cuestión esta última que muchos afirman, pero que yo lo dudo.

Un abrazo Jaime, un abrazo Pilar. Gracias por entregarme vuestra amistad y por todo lo que disfrutamos hablando de arte.

(Fotos by Jaime Babío y Hermandad del Resucitado del Puerto de Santa María)

1 comentario:

  1. Oooole mi Rafa!!! Amigos como tú pocos. He revivido de una manera hiperrealista esos ratos (meses, años...) de los que hablas en tu magnífico artículo. Gracias por todo. Un fortísimo abrazo.

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