martes, 22 de diciembre de 2009

QUE NUNCA PERDAMOS LA ESPERANZA..........

Primer Besamanos a la Virgen de la Esperanza, en la Parroquia de San Gil

Me resulta muy difícil hablar de la Esperanza, de lo que siento por Ella, de lo que significa, de mi devoción que es centro de mi vida y guía de mi casa. Algunos amigos me habías preguntado que cómo es que no había escrito nada en mi blog sobre su Besamanos, pero es que resulta muy difícil hablar de una Madre.

¿Y cómo hacerlo, si todo lo que se puede decir de Ella ya se ha dicho? Que "no sé como más me gusta, mi Esperanza Macarena, si con tocados dorados o vestida de seda", como ya le cantó Joaquín Caro Romero, ni decir que "será la gloria, mirar a la Macarena", como dijese Eduardo del Rey Tirado, o que "Reinas habrá, pero como Tú ninguna", como la definiese magistralmente Antonio Rodríguez Buzón, en aquel pregón que, sin quererlo, se convirtió en el pregón de Sevilla.

Como hablar de una devoción inculcada desde pequeño, cuando mi abuelo Pepe, asido a los barrotes de mi cuna, me decía una letanía que solo contenía una advocación, "Macarena, Macarena, Macarena, Macarena..." repetida hasta la saciedad hasta que perdía el hilo porque se le cortaba la respiración.

Es ese mismo Pepe, José Millán Delgado Salvador, el alfayate de la calle Mateos Gago 25, que una lejana noche de abril de 1937, cuando España se enfrentaba a su propio ser en una guerra fratricida (Españolito que vienes al mundo/ te guarde Dios/ una de las dos partes/ ha de helarte el corazón..) sucumbía al miedo y a unas altas fiebres rompiendo a llorar. Su compañero de batallón le consolaba susurrándole al oído: "venga Pepe que, si no estuviésemos en guerra, sería Jueves Santo y la Esperanza estaría a la calle", surgiendo ahí, la promesa a su devoción macarena: "si salgo de ésta, y tengo una niña, le pondré Esperanza por la Virgen", razón por la cual mi madre terrenal se llama Esperanza.

Por este mismo Pepe, siendo un mocoso, me vestían de nazarenito verde para acompañarlo, junto con mi padre, a la Basílica en las horas previa a la salida procesional. Aquel que su último Besamanos pidió que lo lleváramos a la Basílica para despedirse de Ella. A las puertas de su templo se presentaba un hombre completamente hundido, apoyado en dos bastones, pero implacablemente vestido, para sacar fuerzas de flaqueza y de orgullo macareno, erguirse como un girasol ante la presencia del astro rey, y volver a salir del templo derrotado, abatido y con ese brillo en los ojos del que sabe que ha venido a despedirse de su Madre.

Y aún así, pese a estas vivencias no era yo capaz de explicar que es la Esperanza y cual es su grandeza...........hasta este sábado pasado. Ella ya estaba en suelo, en estos días en que cientos, miles, afirmaban ser sus hermanos y devotos, y ciertamente las largas colas junto a la Basílica quizás lo certifiquen. Pero yo el sábado, en vez de estar junto a Ella, que quizás era lo que más me apetecía, me encontraba en Carmona. Allí, junto con los compañeros de la Rondalla local, acudimos a la cita con los enfermos y ancianos del asilo de la Caridad. No es plato de buen gusto, pero es nuestro deber hacer felices con nuestras canciones a los que ya casi nada tienen.

Y fue allí en Carmona, donde descubrí la importancia de jamás perder la Esperanza. En uno de los rincones, de uno de los tramos de escalera, apareciste, hermosa, radiante, vestida de reina, estando..........pero sin estar, velando por tus ancianos, de igual forma que lo haces desde la cabecera de la cama de un hospital o desde las frías dependencias de una cárcel. Allí es donde encontré a la Esperanza, donde nadie la esperaba..........pero estabas.

Lo mismo que estabas el domingo entre tus hermanos veteranos de tu Hermandad, entre la merienda que el cuerpo de Voluntarios Macarenos le ofrecían, entre los cantos del coro de campanilleros del barrio o entre los jóvenes que aprenden, a través de tu magisterio, cuanta razón encierra el cuarto mandamiento: "Honrarás a tu padre y a tu madre".

Hoy entiendo más que nunca el aldabonazo de Enrique Henares en su pregón de este año: "Monseñor, en Sevilla, la Macarena no entiende de secretarios". Mal empieza Asenjo si no llega a entender que en Sevilla la Virgen, se llama Esperanza, le dicen Macarena. Y algo "tendrá su carita gitana de Viernes Santo por la mañana", cuando, aunque solo sea por unas horas, unos días, unos meses o toda la eternidad, consigue en nosotros ser mejores personas.

(Foto by Fran Narbona)

2 comentarios:

  1. Perdida la consciencia,
    el ser y la memoria
    la luz, el amor,la ilusión,
    el latido, el vivir y el habla,
    queda desnudo y en silencio
    el Verbo que vibra y alza:
    como en agonía siempre clavada.

    Subido el grito al orbe,
    que ya en todo estalla,
    las venas rotas derraman,
    cantan, gozan y proclaman
    que en esta vida lo único
    que es imposible perder
    es siempre La Esperanza.

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  2. Simplemente impresionante y es que Ella lo puede todo. Tu sabes que yo por mucho que quiera tampoco podria expresar lo que siento por Ella, sabes que puede conmigo, y que es casi imposoble aguantarle esa dulce mirada. Ella es simplemente mi MADRE.

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