domingo, 22 de septiembre de 2013

EL MONTY






 
En el entorno de la calle Venecia y todo el barrio de Los Granados estamos desde ayer de luto, pues fallecía un vecino muy conocido por estos andurriales: El Monty. Si tenía nombre y apellidos, nadie lo sabe o lo recuerda, pues por su mote era así conocido por todos.

Querido y odiado a partes iguales, era un inocente mendigo, trasunto vivo y fiel reflejo del cuadro "Los Borrachos" de Velázquez, -quien pareciese haber viajado a través del tiempo para plasmar sus rasgos fisionómicos en uno de los personajes retratados-, que paseaba sus cogorzas de vino blanco de tetrabick por las calles de nuestro barrio, acumulando chismes por todos los soportales, durmiendo a la intemperie hiciese calor, frío o lloviese a cántaros.

Jamás le hizo daño alguno a nadie, quizás tan solo a su familia, a su madre, a su hermano, a los que aguantaron cada noche sus constantes borracheras, hasta tener que ponerle ciertas medidas cautelares, por las quejas constantes de los vecinos del bloque.

Parecía que era indestructible. Varias veces había sido atropellado por coches, se había roto no se cuantos huesos, desaparecía y al cabo de los meses volvía a aparecer como si nada hubiese pasado. Como el recordado Indio del Polígono Sur o Vicente "el del canasto", eran de esos espécimenes de la ciudad que parecía que nunca desaparecerían, pues estaban asociados a nuestro quehacer diario.

Y pese a que son muchos los que desearon abiertamente su muerte, pues lo acusaban de ser la causa de la suciedad que en algunos momentos presentaba la calle Venecia, también hubo quien pese a todo se apiadó de él, dándole diariamente un plato de comida o pidiéndole que le ayudase a limpiar su negocio para darle unas perrillas que él, automáticamente, invertía en su afición predilecta, el vino blanco. Quizás sea el momento de agradecer a Mari Luz, la pescaera, sus desvelos para con él. Dónde otros solo veían miseria, ella supo ver a la persona. Que tomen muchos ejemplo de lo que es la caridad y la cristiandad con el más cercano.

Contigo parten las sillas rotas de enea, las latas de sardinas en aceite, las mantas y colchones, tu transistor y tu bufanda, o el puesto improvisado de naranjas amargas, robadas de los cercanos árboles de la zona, que de cuando en cuando montabas y de las que no vendías ni un ejemplar.

Puede que nadie te recuerde al cabo de unas semanas o unos meses. Mañana no habrá de ti un obituario en las páginas de necrológicas del ABC de Sevilla. No fuiste médico, futbolista o artista para que nadie te recuerde. Solo fuiste un inocente mendigo que ya has partido al encuentro del Padre Eterno. Tan solo unos cuantos puede que dediquen una misa por tu alma en la cercana parroquia de San José Obrero.

Descanse en paz. Amén

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