lunes, 5 de abril de 2010

LA OTRA BORRIQUITA (A MI AMIGA MONTSE)


Ahí la tienen, es la otra Borriquita de Sevilla, magníficamente fotografiada por mi amigo Antonio Bocoy, pero ésta pasa inadvertida. Todos conocen la que recibe culto en la Colegial del Divino Salvador, que cautiva a mayores y pequeños en la luminosa mañana del Domingo de Ramos. Algún apasionado de la Semana Santa recuerde que en Triana también existió una hermandad con dicha advocación, fundada en el siglo XVI en el antiguo convento de los Remedios, hoy Museo de Carruajes y sede del Instituto Hispano-Cubano. Pero pocos reparan en este grupo escultórico que cabalga, y nunca mejor dicho, sobre el tímpano de la Puerta de Palos de la Catedral de Sevilla, la más cofrade de todas, con permiso de la de San Miguel.

En las primeras décadas del siglo XVI el Cabildo de la Catedral de Sevilla encargará el adecentamiento de varias estancias y portadas al escultor francés Miguel Perrin. Entre otras obras, fue el encargado de realizar las nuevas imágenes de barro cocido para el cierre del crucero, el cual se había desplomado en 1510, así como el programa escultórico renacentista que renovó la puerta del Perdón en 1519-1521, o la decoración, con nuevas iconografías renacentistas, de las dos puertas orientales, las de la Epifanía y la Entrada en Jerusalén.

Hasta cuatro veces he atravesado este año dicha puerta y he pasado bajo esta Borriquita ignorada y desconocida, tres como costalero, con la Bofetá, San Isidoro y el Sol, y una como aguaor, junto al misterio del Sentencia.

Callada, humilde, como la frialdad de la piedra en la que está esculpida, solo siente las voces de los capataces y el calor de los costaleros desde lejos, y aunque se muere de envidia por hacer una levantá al cielo, tiene que conformarse con mantenerse estática para recordar a todos, durante todo el año, que ya queda menos para el próximo Domingo de Ramos.

-A mi gran amiga, Montserrat Donaire Bajo, "borriquetera" empedernida, que a sus treinta años no ha perdido la ilusión por encontrarse con la mirada y la alegría desbordada que emana del rostro del Cristo de la Entrada en Jerusalén-.

(Foto by Antonio&losbocoydepepe)

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