miércoles, 24 de febrero de 2010

A LA MEMORIA DE DANI JIMÉNEZ QUIRÓS

Impresionate primer plano de la Virgen de Villaviciosa

Cristo Yacente, obra segura de Juan de Mesa, en un foto antigua de Antonio Palau

Maravilloso altar de Quinario montado por la priosta de la Hermandad del Santo Entierro

D. Daniel Jiménez Quiros (q.e.p.d.)

Fuiste mi "primer hermano mayor" cuando yo me inicié en esto de los pasos, sacando tu querida Hermandad del Santo Entierro. Cuatro años maravillosos en los que disfruté y aprendí mucho de la mano de dos grandes capataces, Javier Fal-Conde y Carlos González de Castro, y en los que todos los que teníamos la suerte de sentirnos costaleros del Santo Entierro encontramos en tu persona unas palabras de aliento y agradecimiento.

De ese relación de amistad que entablamos supe, por ejemplo, que tu relación con el Santo Entierro de Sevilla se inicia por la añoranza que sentías del Santo Entierro de tu pueblo natal, hermandad a la que pertencías desde pequeño.

Ahora que ha estado tu Cristo Yacente en Quinario, tus priostes han montado un excepcional altar de cultos, donde se demuestra que con ingenio y pocos medios se puede crear belleza. En ese traslado al sepulcro del Señor, más parece que la blanca sábana que portan los Varones la estuviesen preparando para tí, que ya disfrutas eternamente de su presencia.

Ironías del destino que te hayas, tú que curiosamente compartía el mismo apellido que el escultor que hizo a tu Virgen de Villaviciosa, Antonio Cardoso de Quirós.

Descanse en paz mi querido Daniel, el hermano mayor que me dio la oportunidad de debutar bajo los pasos, y ante todo una persona buena, en el sentido literal de la palabra.

(Fotos by Pasiontv, Fototeca Universidad de Sevilla, aguabendita2009, Diario de Sevilla)

1 comentario:

  1. Permíteme, Señor, tomarte con mis manos,
    así desnudo y envuelto en tela,
    esa que protege tu cuerpo. No ofrezco
    ni mi poca fuerza para sostenerte inerte,
    ni mis ojos que te miran como el Ser
    que se enfrenta al azul amanecer,
    poderoso para abrir todos los sepulcros.

    Voy a ti limpiando la sangre y la piel
    con mis manos. Para saberte sin mancha
    del dolor del exterminio. Antes que Tú,
    yo hubiera querido morir para descargarte
    de no estar la luz en tus ojos cerrados,
    en abandonos, en dudas, de espinas, de noches,
    de paciencias, agonías y acres esencias.

    Soy yo, que te amo, quien a ti vuelvo:
    pues nunca hui del sabor de tu aliento.
    Comparteme la vida, Señor, que te siento,
    en ti vivo, confío, adoro, y te quiero.

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